Época: Hispania republicana
Inicio: Año 237 A. C.
Fin: Año 30 D.C.

Antecedente:
Conquista romana y resistencia indígena



Comentario

Con la Lex Plautia se dieron las condiciones para la integración de los populares en la actividad política legal borrando así el aspecto más negativo del régimen silano. Ahora bien, Sila había hecho más que sacar una consecuencia de la reforma militar de Mario, que permitía que los soldados se vincularan más estrechamente a su general que a la obediencia al Estado, al ser su general quien se preocuparía de asignarles tierras cuando dejaran el ejército. Lo mismo que Mario asentó a muchos veteranos en Africa, las tierras expropiadas por Sila en Italia fueron asignadas a sus veteranos, como se constata bien a través de los epígrafes erigidos por éstos en honor de Sila.
El régimen silano había evidenciado que el Estado romano podía mantenerse sin prestar tanta atención a las decisiones emanadas de las asambleas. Si se tiene presente que las asambleas de Roma no eran realmente representativas de todos los ciudadanos romanos que se encontraban distribuidos por las ciudades de Italia y las provincias, se constata que era necesario reorganizar los aparatos del Estado. Y por más que el propio Pompeyo se comprometiera con terminar de desmontar las medidas negativas de Sila, el modelo de un régimen político que se basara en la preeminencia de un hombre fuerte, un general, sobre el Senado y en la reducción del peso político de las asambleas había tomado forma en las mentes de los políticos de la época.

La oposición populares y optimates se mantendría, aunque cada día con menos fuerza, hasta el fin de la República. Había desaparecido la bandera de la defensa de los ítalos al haber recibido la mayoría de ellos los derechos de ciudadanía romana. Quedaba en segundo plano la cuestión del reparto de tierras al haberse roto la barrera que impedía crear colonias romanas en el suelo provincial. Sin perderse plenamente las etiquetas, los populares se fueron convirtiendo en cesarianos y los optimates en pompeyanos, siendo César y Pompeyo los dos grandes líderes que disputaban por el control del poder político y militar. Naturalmente, los seguidores de uno u otro no se enfrentaban sólo por conseguir la hegemonía y con ella el acceso al Senado y al desempeño de magistraturas. Los cesarianos comprendían que había llegado el momento de incorporar a las responsabilidades de gobierno a muchos hombres valiosos de las ciudades de Italia y de las provincias y que era preciso apostar por una administración pública más eficaz que contara con la experiencia de amplios sectores de los caballeros. Y tales compromisos políticos chocaban frontalmente con los intereses y las tradiciones de muchas grandes familias senatoriales que apoyaban a Pompeyo.

La necesidad de terminar de eliminar los focos sertorianos de Hispania permitió a Pompeyo intensificar sus relaciones con las comunidades indígenas de la Citerior. Durante su estancia en la misma, reorganizó territorios, hizo repartos de tierras y se ganó la fidelidad de muchas poblaciones que pasaron a su clientela.

A su vez, César estuvo de cuestor en la Ulterior el año 69 a.C. y de pretor de la misma provincia el año 61. Al fin de su mandato, se había ganado el apoyo de amplias capas de la población de esa provincia. La acción de gobierno de César en la Ulterior no estuvo exenta de operaciones militares importantes. Los autores antiguos relatan las intervenciones de César destinadas a eliminar los focos de bandidos/guerrilleros que tenían su sede en la Sierra de la Estrella, Mons Herminius. Ahora sabemos con pruebas arqueológicas que tales intervenciones de César afectaron a más territorios y que fueron mucho más intensas de lo que creíamos. Así, varios castros de Avila fueron destruidos en esos años. Caesarobriga (Talavera de la Reina) no sólo lleva un nombre derivado de César sino que fue creada como ciudad a fines de la República/inicios del Imperio. El abandono de algunos pequeños castros cercanos a Consabura (Consuegra) y la potenciación de esta ciudad se sitúan también en fechas de fines de la República. Es decir, la intervención militar de César afectó también al área vetona y carpetana. Si todos los cambios que vamos advirtiendo no fueron obra personal de César, él fue el responsable de abrir el proceso de reorganización de las poblaciones y de creación de ciudades, que se pudo completar por obra de sus seguidores.

En pocos años la política romana dio un giro profundo. El año 59 a. C., César y Pompeyo eran ya las dos figuras más representativas del poder político y militar de Roma. Un tercer hombre, distinguido sobre todo por su riqueza, Craso, pero sin un proyecto político personal, se unió a ellos en la conferencia de Lucca para repartirse el control sobre las provincias, el ejército y el Senado. Este pacto del que salió lo que se ha denominado Primer Triunvirato fue aprovechado por César y por Pompeyo para incrementar sus respectivas cuotas de poder. El año 53, con el pretexto de la necesidad de aplacar las tensiones internas, el Senado nombra a Pompeyo cónsul único, consul sine collega, poniéndose así bajo su protección. Después de que César había conseguido los mayores éxitos militares de la historia romana con el sometimiento del inmenso territorio de las Galias, el Senado no le ofrece otra salida que la de abandonar la jefatura de su ejército y pasar cinco años como un simple particular alejado de cargos políticos. La respuesta de César fue dirigir su ejército victorioso hacia la ciudad de Roma, de la que escaparon a toda prisa muchos senadores y el propio Pompeyo. Había comenzado la guerra civil.